¿Cuál fue tu historia con la idea del Museo?
En el caso puntual de la colección del Museo del Juguete Chileno, partió un poco por necesidad. No encontraba a nadie en ese momento, alrededor del año 2000, que tocara el tema. Contacté a varios coleccionistas de juguetes para investigar y realizar una colección, pero ninguno juntaba juguetes chilenos, de hecho eran algo despreciados por ser de origen nacional. Todavía no se le daba la dimensión patrimonial que tendría.
La colección comenzó a partir de un trabajo académico. Juan Antonio Santis cursaba un magíster en museología y tenía que diseñar una exposición alrededor de una sola pieza, pero con la condición de que fuera chilena. De inmediato, se le vino a la mente la imagen de un tanque de guerra que vio acostado sobre un paño en la feria de antigüedades de Valparaíso.
“Volví a la quinta región y estaba felizmente el tanque, así que lo adquirí”, recuerda. “El tanque fue lo que me llevó a descubrir que nadie había tocado el tema de los juguetes chilenos, entonces la pieza tiene esa importancia, la de ser la que inicia la colección”. Hasta el día de hoy, Santis se organiza para ir algún fin de semana del mes a Valparaíso donde asegura que están las joyitas: “Hay que llegar bien temprano, seis de la mañana, después queda lo que deja la tormenta”.
Juan Antonio reconoce que no conservó ningún juguete de su niñez. Se dedicaba, más bien, a desarmarlose intentar descubrir cómo funcionaban. Casi una disección de laboratorio. “En parte, estoy expiando culpas al reunir estas piezas”, declara entre risas.
¿Cómo se forma un coleccionista?
Nace desde niño. Yo tenía la afición de reunir cosas en común. Cajas de cigarro, de fósforos, latas de refresco, etc. Después uno va creciendo y toma intereses particulares.